En ocasiones, cuando alguien me pregunta qué voy a hacer el
fin de semana o en mis vacaciones o en cualquier otra fecha determinada, la
respuesta casi automática que se asoma a la comisura de mis labios es “ya
veremos, depende de como me encuentre, igual no tengo ánimos para hacer nada…”
¿Te ha pasado alguna vez lo mismo a ti, persona que estás leyendo el blog de
PRISMA en este preciso momento? ¿Y qué has hecho? Es decir, ¿lo has dicho así, has respondido con el piloto automático o has tenido reflejos para cambiarlo al darte cuenta del significado verdadero de lo que
estabas a punto de pronunciar?
Ya hemos hablado en este espacio de la alta consideración que
en PRISMA sentimos por las terapias basadas en Mindfulness y en esa especie de
cajón “desastre” que se ha dado en llamar terapias de tercera generación, o de
tercera ola, o contextuales, o cosas parecidas. Éste no es el lugar apropiado para entrar en
demasiados detalles ni en disquisiciones muy profundas y científicas, la red está repleta de ellos y hay algunos muy buenos. Además, para eso ya tenemos nuestros Talleres de Psicología, mientras que consideramos que este blog es más bien un espacio
para el pellizquito, para la duda, para el descubrimiento, para la propuesta y
el empoderamiento.
Y lo que os propongo es esto: ¿qué tal si la próxima vez, en
lugar de esperar a sentirnos bien para hacer cosas, hacemos cosas para
sentirnos bien, para no sucumbir al desaliento, para romper el círculo vicioso
de sentirnos malamente (tra tra)?
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